Los jóvenes y adolescentes constituyen un grupo especialmente vulnerable a los problemas de salud mental debido a los cambios biológicos, psicológicos y sociales propios de esta etapa de la vida. La búsqueda de identidad, la presión académica, las relaciones interpersonales y la influencia de las redes sociales pueden generar estrés, ansiedad y sentimientos de inseguridad que afectan su bienestar emocional.

Durante la adolescencia, los factores familiares y escolares juegan un papel crucial. Conflictos con padres, falta de comunicación, acoso escolar o dificultades de integración social pueden incrementar la vulnerabilidad a trastornos como depresión, ansiedad, TDAH o conductas de riesgo. La detección temprana de signos de alarma y la creación de espacios de apoyo y escucha activa son esenciales para prevenir complicaciones a largo plazo.

El acompañamiento integral de los jóvenes requiere un enfoque multidisciplinario que incluya educación emocional, orientación psicológica, actividades recreativas y, cuando sea necesario, intervención psiquiátrica. Promover la resiliencia, la autoestima y el sentido de pertenencia dentro de la familia y la comunidad fortalece la capacidad de los adolescentes para enfrentar adversidades y desarrollarse de manera saludable.