Las dificultades en el funcionamiento se refieren a los problemas que una persona puede experimentar para cumplir con sus actividades diarias, laborales, académicas o sociales debido a un trastorno de salud mental. Estas dificultades pueden manifestarse como disminución del rendimiento, falta de concentración, dificultades para organizar tareas, problemas en las relaciones interpersonales o incapacidad para mantener rutinas habituales.

Es importante reconocer que estas alteraciones no reflejan falta de esfuerzo o de capacidad, sino que son consecuencia de los síntomas del trastorno subyacente, como ansiedad, depresión, TDAH o esquizofrenia. Ignorar estas dificultades puede aumentar la frustración, el aislamiento y el riesgo de empeoramiento del cuadro clínico.

La intervención temprana, la adaptación del entorno y el acompañamiento profesional son clave para mejorar el funcionamiento. Estrategias como la planificación estructurada, apoyo psicoterapéutico, ajustes en el ámbito laboral o educativo y, cuando se requiere, tratamiento médico, ayudan a que la persona recupere autonomía, mejore su calidad de vida y mantenga una participación activa en la sociedad.