Los factores biológicos juegan un papel importante en la aparición y evolución de los trastornos psiquiátricos. Entre ellos se incluyen alteraciones en la química cerebral, en la regulación de neurotransmisores como la serotonina, dopamina o noradrenalina, así como disfunciones en estructuras cerebrales relacionadas con la memoria, las emociones y el control de la conducta. Además, condiciones médicas como desequilibrios hormonales, enfermedades neurológicas o el consumo de sustancias también pueden influir en la salud mental.

Los factores genéticos explican en parte la vulnerabilidad a desarrollar ciertos trastornos. Aunque no existe un “gen de la depresión” o un “gen de la esquizofrenia”, sí se han identificado variantes genéticas que aumentan el riesgo de padecerlos. La herencia familiar puede predisponer a la aparición de cuadros como el trastorno bipolar, la ansiedad o el TDAH, aunque la genética nunca actúa de manera aislada, sino en interacción con el ambiente y las experiencias de vida.

Comprender el papel de lo biológico y lo genético es clave para ofrecer tratamientos más efectivos y personalizados. Este conocimiento permite diseñar estrategias preventivas, identificar factores de riesgo y reducir el estigma, al mostrar que los trastornos psiquiátricos no se deben a falta de voluntad, sino a una compleja interacción entre biología, genética y entorno.