El trastorno del espectro autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que se caracteriza principalmente por dificultades en la comunicación social y la presencia de patrones de comportamiento, intereses o actividades repetitivas y restringidas. Se habla de “espectro” porque cada persona con autismo presenta manifestaciones diferentes en cuanto a intensidad, habilidades y necesidades de apoyo, lo cual hace que cada caso sea único.

Es importante comprender que el TEA no es una enfermedad que deba “curarse”, sino una forma distinta de percibir, procesar y relacionarse con el mundo. Muchas personas en el espectro tienen fortalezas particulares, como una gran memoria, atención al detalle o habilidades específicas en áreas como las matemáticas, la música o la tecnología. Reconocer y potenciar estas capacidades favorece la inclusión y la autonomía.

El diagnóstico temprano y la intervención adecuada marcan una gran diferencia en la evolución del TEA. El abordaje suele ser integral e incluye apoyo terapéutico, psicoeducación a las familias, adaptaciones escolares y, en algunos casos, acompañamiento médico. La sociedad juega un papel clave: promover la comprensión, la tolerancia y el respeto permite crear entornos donde las personas con autismo puedan desarrollarse plenamente y llevar una vida significativa.